Tales de Mileto

 Arché: El Agua

Es el primer nombre en esta historia de los presocráticos. Nació en Mileto, actual Turquía, (624 a. C- 548 a.C.) que era la ciudad comercial más rica de la costa de Asia Menor y además puerto de mar. Filósofo y matemático griego. En su juventud viajó a Egipto, donde aprendió geometría de los sacerdotes de Menfis, y astronomía, que posteriormente enseñaría con el nombre de astrosofía. Dirigió en Mileto una escuela de náutica, construyó un canal para desviar las aguas del Halis y dio acertados consejos políticos. Fue maestro de Pitágoras y Anaxímedes, y contemporáneo de Anaximandro.

No se conserva ni siquiera un fragmento supuestamente original de sus escritos, si es que llegó a escribir. Pero tenemos abundantes referencias de sus opiniones sobre el mundo y los hombres, que nos permiten construir una figura «ideal» del primer «filósofo», y, por consiguiente, de lo que significó para la filosofía.

El perfil que presenta es el de un gran observador de la naturaleza, un hombre de su tiempo, ocupado en dar a sus conciudadanos ideas que servían para interpretar los fenómenos naturales. Las actividades de Tales podrían llamarse «científicas», más que «filosóficas», si utilizamos una terminología moderna. Pero nuestro «científico» hizo una serie de afirmaciones que se han considerado como planteamientos filosóficos. Por ejemplo, es suya la teoría de que el agua es el principio de todo. Aristóteles nos explica esta tesis en la Metafísica (I, 983b ss.), donde escribe: «Tales afirmaba que el agua es el origen de todo (por eso manifestó que la Tierra estaba sobre el agua) y sin duda opinaba así al ver que aquello de lo que todo se nutre es húmedo y que el calor mismo nace de la humedad y de ella vive, y aquello de donde nacen las cosas es su principio. Por ello, sin duda, tuvo esta opinión, y porque las semillas tienen siempre naturaleza húmeda y por ser el agua, para las cosas húmedas, principio de su naturaleza.»

Aunque tal idea tuviese relación con mitologías egipcias, el que la Tierra no fuese ya inmóvil sino que se sustentaba en otro elemento rompía las opiniones tradicionales y significaba una nueva forma de mirar la naturaleza: los fenómenos naturales solo podían empezar a entenderse partiendo de la observación de la apariencia de las cosas. Esta forma de percibir el mundo, por muy limitada que fuera, señalaba la única posibilidad de llegar a su sentido y a su ser.

 

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